Sudoración, aumento del ritmo cardiaco, preocupaciones y sensación de peligro inminente son síntomas de la ansiedad, una respuesta fisiológica, cognitiva y conductual del organismo.
Antes conocida como crisis de angustia e identificada en psicología y psiquiatría como ataques de pánico, los ataques de ansiedad no son parte del trastorno de ansiedad propiamente dicho, aunque sí una afección que al menos el 30 por ciento de la población ha experimentado alguna vez en su vida, explicó Patricia Moreno Peral, doctora en psicología de la salud, investigadora del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) y profesora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Málaga.
Aumento de frecuencia cardiaca, sudoración, mareo, sensación de ahogo, presión en el pecho y la creencia de que algo grave como un ataque al corazón o muerte inminente están sucediéndole, es lo que siente de forma súbita a la persona que tiene el ataque.
“Cuando les pasa, muchas de estas personas no saben que lo están sufriendo”, dijo la especialista.
La duración es corta y suele alcanzar su pico máximo entre los siete y 10 minutos, luego de lo cual comienzan a disminuir los síntomas.
Las sensaciones físicas de un ataque de pánico obedecen a una respuesta de alarma del cuerpo que se desencadena ante un peligro inminente y que lo preparan para reaccionar, sea luchando o huyendo “…es decir, es una respuesta orgánica y adaptativa que históricamente le ha servido al ser humano para protegerse”.
El problema es que en los ataques de pánico, esa respuesta se da como una falsa alarma, sin que haya algún riesgo real.
Factores cotidianos de estrés crónico como exceso de trabajo, de responsabilidades, asuntos económicos y otros aumentan los niveles de ansiedad, más nervios, dificultades para descansar y dormir, son lo que puede desatar un ataque de pánico.