El hecho de padecer una enfermedad respiratoria como el asma no es una excusa para evitar la práctica de ejercicio físico diario. De hecho, los especialistas coinciden en asegurar que hacer deporte es aconsejable en personas afectadas por esta patología. Sin embargo, “la presencia de asma inducida por el ejercicio puede indicar un mal control de la enfermedad”.

Son palabras del doctor José Luis Cuadri Montiel, médico de familia del Centro de Salud Rociana del Condado, en Huelva. “Este problema causa falta de aire, silbido en el pecho, tos y otros síntomas mientras se realiza la actividad física o bien después de esta”, añade.

Esto ocurre porque los pacientes con asma pueden tener una menor tolerancia al ejercicio producida por los propios síntomas de la enfermedad y otras razones como la falta de condiciones físicas a consecuencia de la inactividad de la persona.

Sin embargo, y tal como recuerda el doctor Sergio Antonio Villagrán Pérez, médico de Urgencias del Hospital Puerta del Mar, en Cádiz, la evidencia indica que “el ejercicio mejora la condición aeróbica de las personas con asma. En niños-adolescentes asmáticos puede proporcionar niveles normales de capacidad aeróbica”.

En ese sentido, indica que los mayores beneficios que se obtienen del ejercicio en pacientes asmáticos se asocian a una mejoría significativa en la calidad de vida (según la puntuación del Pediatric Asthma Quality of Life Questionnaire) en todos los aspectos valorados: actividad, síntomas y aspecto emocional.

El asma inducida por el ejercicio se produce por un estrechamiento de las vías respiratorias que están en los pulmones a causa de un esfuerzo intenso. Clínicamente, según la American Thoracic Society (ATS) este tipo de asma se define por una caída igual o menor al 10 % del volumen espiratorio forzado (VEF1) después de realizar un test de ejercicio. El doctor Villagrán apunta que se estima que este problema afecta a entre el 40 % y el 90 % de las personas con asma1.

Los principales síntomas, explica este experto, son: falta de aire, silbido del pecho, tos y disnea durante el ejercicio o después de este. En el caso del deportista asmático, también experimentan dolor u opresión del pecho, fatiga al hacer ejercicio y rendimiento deportivo disminuido.

“Son síntomas que aparecen tras iniciar el ejercicio físico, entre los cinco y los primeros veinte minutos”, añade la doctora Arianna González Fuentes, médica del Centro de Salud de Benejúzar, en Alicante.

Lo que ocurre en estos casos es una broncoconstricción que puede derivar en una crisis asmática, “pero eso se puede evitar teniendo un buen control del asma antes de iniciar el ejercicio”, asegura por su parte el doctor Eduardo Van-der Hofstadf Román, profesional de Atención Primaria en el Centro de Salud Ciudad Jardín, en Alicante.

Para su diagnóstico, apunta el doctor Van-der Hofstadf, hay que acudir a la historia clínica y a la objetivación del profesional mediante una prueba de esfuerzo, la hiperventilación isocápnica, con o sin aire frío y seco, o la prueba de manitol.

Esta última solo es válida en el seguimiento y valoración del tratamiento. “Es útil, sobre todo, cuando no se puede disponer de los elementos para practicar una prueba de esfuerzo con buen criterio, pero hay que saber que tiene una utilidad limitada”, explica.

En el caso de personas con asma, atopia o rinitis o con diagnóstico de hiperreactividad bronquial que presenten algunos de los síntomas señalados, “se debe sospechar de asma de esfuerzo”. Y siempre se debe considerar un diagnóstico diferencial con enfermedades que producen disnea de diversa etiología, como es el caso de las de origen cardíaco, metabólico, hematológico u otorrinolaringológico.

La doctora González añade que se deben tener en cuenta la influencia de posibles desencadenantes de los síntomas como la presencia de pólenes y contaminantes en el aire y las infecciones de las vías respiratorias superiores.

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